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Realmente es descorazonador comprobar que no siempre tenemos el control de nuestra carrera profesional. Sobre todo, si estamos en una empresa, sea en la posición que sea, hacemos más de lo que debemos (por ejemplo “regalar horas” u otras sutilizas por el anodino sonsonete de que “siempre se ha hecho así”), y con el paso del tiempo nuestra realidad profesional no es ni parecida a las promesas del momento de nuestra incorporación.
La carrera profesional prometida en la oferta de trabajo es un mito que rara vez se cumple, en muchas ocasiones se debe a que nuestro superior jerárquico ha alcanzado su posición tras mucho esfuerzo y sabe que no podrá ascender más, entonces ¿para qué va a perder tiempo en formar a una persona mejor que él y que probablemente pronto le quite el puesto?
Del mismo modo este mismo jefe mediocre (pero con cierta ascendencia) a la hora de participar en una selección de personal para su departamento, tiende a desconfiar de los MBA de prestigiosas escuelas de negocio… porque probablemente él tiene a lo sumo una licenciatura o pseudo-licenciatura (porque le faltan algunas asignaturas colgadas) y no habla idiomas. ¿Creemos que cogerá al más capacitado para la posición? Lógicamente, no.
Los jefes mediocres (a los que llamo Simplicios, por lo “simples” que son) son los que dirigen nuestra carrera profesional a su antojo (es decir, no lo hacen), incapaces de gestionar su día a día, con una nula visión y por supuesto con un solo objetivo en su vida: conservar su puesto de trabajo. Y estamos hablando de la realidad de este país.
¿Tenemos que aguantar a superiores mediocres? ¿Tenemos que perpetuarnos en una posición gris tapados por personas sin criterio? ¿Acaso no tenemos estudios y preparación para aspirar a algo más que a una posición intermedia?
Pero no lo olvidemos: si uno mismo no gestiona su carrera profesional, otros lo harán por él.
Gestionar nuestra carrera profesional es una labor compleja, que requiere un tiempo, dedicación y sobre todo, ir a nuestro interior y descubrir qué hemos sido capaces de lograr, qué retos y éxitos profesionales atesoramos. Esta es la verdadera medida de nuestra profesionalidad y si lo sabemos enfocar de manera adecuada es lo que nos va a dar oportunidades de elegir otras alternativas.
En muchas ocasiones no se sabe ni cómo empezar a gestionar nuestra carrera profesional. Aquí es donde empieza la labor del consultor de carreras, que guía, asesora y acompaña al profesional a conocerse profesionalmente, sin falsas expectativas y con una alta dosis de realismo. Es un proceso sistemático, progresivo, y de gran impacto en nuestros clientes, que de repente se dan cuenta de lo que han sido capaces de lograr y que estos logros tienen un valor en el mercado, y precisamente los logros es lo que distingue a los simplemente trabajadores de los triunfadores. Hemos de conocer lo que nos distingue de los demás y esto no se consigue por las funciones sino por las competencias traducidas en logros.
Esta labor introspectiva no es baladí. Pero debe ser guiada por un consultor de carreras para evitar que nos estrellemos con falsas expectativas o esperanzas dadas por amigos en una charla de bar. Dan consejos con el mejor propósito pero con total desconocimiento de la realidad de la situación. Probablemente ellos también están mandados por un Simplicio pero son incapaces de poner remedio, porque “es lo que hay”.